Con motivo de festejo a Isidore Ducasse: el más importante de los poetas malditos, dueño de una narrativa llena de surrealismo con tintes de crueldad y maldad) escribí un poco de el y agregué el primer canto, para que se deleiten con esa crueldad sanguinaria.
Nació el 4 de Abril de 1846 y muere el 24 de noviembre de 1870. Al morir, sus parientes habrían hecho lo imposible por borrar su nombre del mundo, contribuir al olvido de su obra y salvar así el buen nombre de los Ducasse. Cierto investigador -cuyo nombre no me importa- acentúa el elemento siniestro en torno a Lautréamont, consignando una variedad de casos de suicidios, muertes extrañas y ataques de demencia, tanto en las personas que lo rodearon, como en quienes quisieron aproximarse al estudio de su vida y de su obra.
Tiene una frase reconocidísima: «bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas»
Muchos artistas reconocidísimos se inspiraron en él para sus obras… pero bueno, ya mucho rollo, ustedes mismo juzguen, pongo aquí el canto primero:
CANTO PRIMERO
(fragmento)
RUEGO al cielo que el lector, animado y momentá neamente tan feroz como lo que lee, encuentre, sin de sorientarse, su camino abrupto y salvaje, a través de las desoladas ciénagas de estas páginas sombrías y lle nas de veneno, pues, a no ser que aporte a su lectura una lógica rigurosa y una tensión espiritual semejante al menos a su desconfianza, las emanaciones mortales de este libro impregnarán su alma lo mismo que hace el agua con el azúcar. No es bueno que todo el mundo lea las páginas que van a seguir; sólo algunos podrán saborear este fruto amargo sin peligro. En consecuen cia, alma tímida, antes de que penetres más en seme jantes landas inexploradas, dirige tus pasos hacia atrás y no hacia adelante, de igual manera que los ojos de un hijo se apartan respetuosamente de la augusta con templación del rostro materno; o, mejor, como durante el invierno, en la lejanía, un ángulo de grullas friolen tas y meditabundas vuela velozmente a través del si lencio, con todas las velas desplegadas, hacia un pun to determinado del horizonte, de donde, súbitamente, parte un viento extraño y poderoso, precursor de la tempestad. La grulla más vieja, formando ella sola la vanguardia, al ver esto mueve la cabeza, y, consecuen temente, hace restallar también el pico, como una per sona razonable, que no es~á contenta (yo tampoco lo estaría en su lugar), mientras su viejo cuello despro visto de plumas, contemporáneo de tres generaciones de grullas, se agita en ondulaciones coléricas que pre sagian la tormenta, cada vez más próxima.
Después de haber mirado numerosas veces, con sangre fría, a to dos los lados, con ojos que encierran la experiencia, prudentemente, la primera (pues ella tiene el privile gio de mostrar las plumas de su cola a las otras gru llas, inferiores en inteligencia), con su grito vigilante de melancólico centinela que hace retroceder al enemigo común, gira con flexibilidad la punta de la figura geo métrica (es tal vez un triángulo, aunque no se vea el tercer lado, lo que forman en el espacio esas curiosas aves de paso), sea a babor, sea a estribor, como un há bil capitán, y, maniobrando con alas que no parecen mayores que las de un gorrión, porque no es necia, em prende así otro camino más seguro y filosófico. Lector, quizás desees que invoque al odio en el co mienzo de esta obra. ¿Quién te dice que no has de ol fatear, sumergido en innumerables voluptuosidades, tanto como quieras, con tus orgullosas narices, anchas y afiladas, volviéndote de vientre, semejante a un ti burón, en el aire hermoso y negro, como si compren dieras la importancia de ese acto y la importancia no menos de tu legitimo apetito, lenta y majestuosamen te, las rojas emanaciones? Te aseguro que los dos de formes agujeros de tu horroroso hocico, oh monstruo, se regocijarán, si te dispones de antemano a respirar tres mil veces seguidas la conciencia maldita de lo Eter no. Tus narices, desmesuradamente dilatadas por la ine fable satisfacción, por el éxtasis inmóvil, no pedirán otra cosa al espacio, embalsamado de perfumes e in cienso, pues se colmarán de una dicha completa, como los ángeles que habitan en la magnificencia y la paz de los gratos cielos.
Los invito a leer más de el, se van a enamorar, se los prometo. En esta página viene uno de los cantos que más me gustan:
http://www.elinterpretador.net/4Conde%20de%20Lautr%E9amont,%20Cantos%20de%20Maldoror.htm
Soberbio, encantador, envolvente, de lo más delicioso de las lecturas 🙂
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